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16 sept 2014

El presidente francés dice que hacer la tarea no es justo

Las tareas son algo aburrido. Basta preguntarle a cualquier niño: ¿Preferirías quedarte pegado a una mesa haciendo largas divisiones o jugar a los videojuegos con tus amigos?

Pero ni siquiera los niños –a los que les encanta quejarse a sus padres sobre lo que es justo y lo que no– irían tan lejos como para decir que tener que hacer la tarea es injusto. Así que deje que lo diga un adulto. Pero no cualquier adulto, sino  el presidente de Francia, François Hollande.
La semana pasada, mientras se discutían sus planes en la Universidad de la Sorbona de París para una reforma educativa a nivel nacional, Hollande explicó que quiere prohibir las tareas ya que estas les dan ventaja a los niños que cuentan con la ayuda de sus padres en comparación con aquellos de familias con padres ausentes o que no los pueden ayudar.
En otras palabras, las tareas son injustas porque algunos tienen más oportunidades que otros de beneficiarse de ellas. Veamos, todos los niños de una clase tienen las mismas tareas, se espera que las entreguen al mismo tiempo y son calificadas según unos mismos criterios. Puede que eso sea justo, pero para los progresistas, no esjusto que algunos tengan ayuda de sus padres y otros no.
La ridícula propuesta de Hollande, por más que pueda resultar popular entre los niños e ideólogos progresistas, ilustra perfectamente cómo la izquierda ha estado tratando de redefinir la “igualdad de oportunidades” para que signifique uniformidad de oportunidades.
Mientras que la igualdad de oportunidades significa la ausencia de impedimentoslegales o artificiales para salir adelante en la vida, la uniformidad de oportunidades exige que todos deberían tener exactamente las mismas oportunidades en la vida.
La uniformidad de oportunidades exige que quienes están en desventaja reciban más oportunidades (normalmente mediante programas del gobierno) y que a los privilegiados o los que tengan un talento natural se les denieguen ciertas oportunidades (por ejemplo, los niños no se deberían beneficiar de la ayuda de sus padres).
Después de todo, como nos recuerda Hollande, las oportunidades no se conceden a todos por igual. Hay quien nace en una familia en la que los padres están en casa por la tarde y pueden ayudar a sus hijos con los deberes; otros crecen con un solo progenitor y otros que tienen padres pero que están demasiado ocupados como para ayudarlos con los deberes (o, he aquí un pensamiento novedoso: Puede que algunos padres permitan que sus hijos hagan sus propias tareas).
Lo que una vez se vio como parte de la vida, se ve ahora como una injusticia que se debería remediar mediante la opresiva intervención del gobierno.
De hecho, cuanto más se piensa en todos los aspectos en los que somos diferentes y cuántas oportunidades se dejan a la voluntad de los caprichos de la vida, la idea de que todos deberíamos tener las mismas oportunidades suena más ridícula.
¿Es realmente justo que los niños inteligentes y trabajadores con buenas notas tengan mejores oportunidades de entrar en una universidad que los niños flojos y con malas notas? ¿Deberíamos idear maneras para negarles el uso de sus talentos y aptitudes naturales, viendo lo desigualmente distribuidas que están entre la población?
Y ¿qué hay de los niños que hablan francés en casa? ¿Es justo que tengan una ventaja sobre los hijos de los inmigrantes? ¿Debería el gobierno prohibir el uso de lenguas extranjeras en el hogar? ¿O quizá simplemente hacerse con el control de la educación de esos niños para asegurarse de que no se vayan quedando rezagados?
La petición de una uniformidad de oportunidades es verdaderamente un mandato totalitario para rebajar a todo el mundo al mismo nivel. En lugar de perseguir quimeras igualitarias, centrémonos más bien en cómo ampliar las oportunidades para todos.
Lo siento, niños, pero eso significa seguir mandándoles a hacer las tareas escolares.

[ANUNCIANTE]

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